El C elegans es un gusano que tiene el extraño privilegio de ser uno de los bichos mas descuajaringados del mundo.
Hace 50 años generaciones de biólogos se dedican a la sádica tarea de separarle célula por célula y gen por gen, con el extraño beneficio mutuo del conocimiento.
Se estima que Caenorhabditis elegans posee sólo 302 neuronas, cuando el cerebro humano posee unos cien mil millones.
Sin embargo tan exigua cantidad no es poca cosa: Martin Chalfie trabaja con sus C. elegans para investigar el desarrollo y funcionamiento de las neuronas y con eso es uno de los tres ganadores del Premio Nobel de Química 2008.
Su grupo ha llegado a cartografiar el diagrama completo de conexiones interneuronales, demostrando que el comportamiento es "computable" a partir del diagrama de esos enlaces.
Es que las neuronas forman redes wetware: un “software y hardware húmedos” que produce comportamientos, como tantas redes que hacen que sucedan cosas.
El mundo está lleno de redes: la red de distribución de energía eléctrica, la red de tráfico aéreo, la red de proteínas de un organismo vivo, la red de parentesco de los mapuches, la red de músicos de jazz...redes que muchas veces adquieren una propiedad increíble, la cual consiste en que por más extensas que sean enseguida todos los integrantes son informados de cualquier sorpresa que aparezca en cualquiera de los puntos que la componen.
Es lo que se llama el efecto pequeño mundo: alta grumosidad con alta conductividad.
Disponemos del mapa completo del sistema nervioso del gusano C. elegans. Es una red donde cada una de las 302 neuronas está conectada con otras y contamos con el conjunto de sus comportamientos, como si estos fueran un campo de efectos del aquella.
El número medio de pasos de una neurona a otra es tan solo de 2,65.
En un próximo post intentaré ver si entre estas neuronas de gusano y los psicofármacos existe algún motivo o patrón común, que me ayude a pensar si los psicofármacos están empezando a hacerlo.
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