Una porquería ya lo se, pero que el siglo XVII fuera de tal maldad insolente en el Buenos Aires español, da para pensar en la condición humana.
Si las cosas con las que se enfrentó Hernandarias eran como las describió Ruth Tiscornia, (autora del libro y de quien no tengo ninguna otra información) según la cual en el juego de la ciudad resultaba lo mismo ser derecho que traidor, podríamos afirmar sin ser deterministas que nada ha cambiado desde entonces.
Alcanza con leer casi cualquier diario, palpar el sentido común o ir ver The Dark Knight, la fabulosa película a la que fuimos ayer con Jaky.
Como la cuadrícula de las calles, que aún hoy se sigue extendiendo paso a paso en los bordes del Gran Buenos Aires, el comercio ilícito y el soborno ya habían colonizado el puerto y la ciudad embrionaria.
Vivimos parece en el mundo de las mafias y el contrabando, donde los medios, la fuerza pública y los bienes del planeta están en manos de un puñado de psicópatas: ayer y hoy la situación en la que Hernandarias terminó como un héroe fracasado, pobremente aferrado a unos papeles legales, dando una lucha imposible contra fuerzas invisibles pero reales.
The Dark Knight pone todo sobre la mesa. Cosas de Joligud. Hasta la causa de la muerte del actor Heath Ledger, que representó al Joker en el film, no deja de ser otro botón en este baño de realidad: creer que las fluctuaciones de ánimo, en una sociedad con estos atributos, son problemas que debemos tratar con medicamentos.
Pero como sino?
Ni con medicamentos, ni con la ley, ni con la fe, ni con la policía, ni con los vecinos: triste conclusión de estas lecturas y salidas al cine.
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