Resumo lo que quise expresar en el post anterior sobre psicofármacos: ya sea porque son indicados por los médicos para ahorrarse tiempo de escucha, por los laboratorios para ganar fortunas, por los pacientes para poner cosas debajo de la alfombra o por los habitantes de la ciudades intangibles para diseñar diferencias sociales, los psicofármacos aparecen siempre en el lugar de meros transportadores de una voluntad ajena, humildísimos objetos redondos, inertes e inocentes.
He empezado a jugar con la idea de que si bien las cosas se pueden ver así, y de hecho muchas personas reconocidas así lo hacen, también podemos poner el punto fijo en los psicofármacos, al modo copernicano, y ver la danza que los envuelve, el ritmo que ellos marcan con sus palmas y quizás sacar algunas conclusiones interesantes.
Se que asumo, como especialista en psiquiatría, algunos riesgos. No estamos en épocas en las que se puedan sacar a pasear las incertidumbres como si nada, no obstante voy a dar unos pasos más, si puedo.
Espero avanzar, poco, pero quisiera aclara que estas lineas son parte de un borrador de un artículo en curso, que voy a presentar en el mes de octubre. (Si se desliza alguna contradicción, no la dejen pasar, porque me va a ayudar mucho).
Una de las hipótesis que sigue es que un psicofármaco es los que otros hacen actuar como tal, ahora bien, estos "otros" podrían y de hecho son casi infinitos.
Este parece un problema complicado, porque quien podría negar que los romanos usaban el mismo arado que los que cultivan el opio con el que se producen anestésicos en Suiza y sin embargo casi nada pareciera aportarnos un plano de como se construye un arado al problema de los psicofármacos.
Sin embargo lo que podríamos hacer es agrupar a los actores más próximos al centro de nuestra red según la potencia de las acciones que veamos activarse, siempre a condición de que los mantengamos en actividad, es decir, que nunca estos actores oficiarán como una red establecida, sino por un conjunto de acciones que regularmente harán actuar a los psicofármacos.
Guardapolvos, Médicos, lapiceras con publicidad impresa, historias clínicas, familiares, administrativas, visitadores, carteles, seminarios, almuerzos de laboratorio: ya los mencionamos antes como axones que liberan estímulos sobre su centro, sobre los estupefacientes, manteniéndolos vivos.
Pero de que modo se mantienen vivos los psicofármacos?
La metáfora del titiritero puede ayudarme: los hilos que bajan hasta la marioneta parecieran que son movidos desde arriba, pero sin embargo los pesos y articulaciones de ésta mueven también los dedos del manipulador. Cuanto? No lo sabemos, porque es algo por develar cada vez, como la misma formación de tramas alrededor del psicofármaco.
Entonces la receta que el paciente se lleva en la mano es el resultado, el emergente de todas las tensiones, todos los hilos que tironean sobre esas pastillas, pero al mismo tiempo ese medicamento expresado en la receta es la garantía de que todos esos actores, que fueron convocados para escribirla van a seguir ahí, estabilizándo un mundo que cambia continuamente, que es puro proceso.
Seguir, como un sabueso, el recorrido de los psicofármacos a través de los distintas correas por los que son movidos/mueven a la red que los envuelve, puede ser una estrategia para comprenderlos mejor y al mismo tiempo contar con mejores herramientas para su implimentación en los dispositivos terapéuticos.
Hasta acá son algunas de las ideas que he ido mamando de los autores de la escuela latouriana, pero lo que encontré en especial para este ensayo es que los mismos psicofármacos establecen vínculos entre sí y es lo que voy a tratar de contar en el próximo post sobre el tema.
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