Nos despachamos con una de mis hijas dos películas de Pino Solanas en una noche.
Nos debíamos "Argentina latente", un ensayo testimonial sobre las potencialidades de una Argentina llena de sanguijuelas. Es increíble la claridad con la que se retrata lo ideológico en la vida cotidiana, por medio de entrevistas callejeras a los transeúntes del Buenos Aires del 2007, que creen vivir en un país vacío y sin recursos.
Ya que estábamos seguimos con “La Dignidad de los Nadies”, otra pero del 2005, donde se boceta un país con un 25% de desocupados y 60% de pobres e indigentes y se nos muestra que una de las causas era que las sanguijuelas habían chupado más de la cuenta.
El cine de Solanas retrasa el reloj del arte cinematográfico a la era representacional y enhorabuena que así lo haga.
Nada de lenguajes sutiles sobre los lenguajes sutiles, de grúas extrañas o locos que se cambian las zapatillas sin ninguna razón: Solanas se sube al carro de un cartonero y nos hace sentirnos teniendo las cuerdas, nos hace comer en una olla popular o visitar el velatorio de Darío Santillán.
Son dos películas lúcidas, pero de algún modo transmiten un doblez, una paradoja: por un lado es tan cierto lo que dice Solanas que sólo puede aparecer en un cine, pero por otro: ¿No es una ingenuidad conjeturar que podría volverse realidad la Argentina ahí deseada?
Cuando la ciudad fue fundada una de las cosas que se limitó fue su "ejido urbano" o tierras del común, reservadas al aprovisionamiento de leña, al pastoreo y la caza.
Eran extensiones más allá de la avenida Córdoba, mirando hacia el río, donde hoy se pueden recorrer las cuadras mas paquetas de la ciudad.
En lo que canta el gallo los distinguidos miembros del Cabildo colonial hicieron su "privatización", inaugurando un modo de administración de lo colectivo a favor de unos pocos, que Pino no se cansa de denunciar desde sus primeros films.
Se podrá cambiar algo que viene de tan hondo?
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