Paolo Virno es un militante político e investigador de larga trayectoria en la autonomía obrera italiana, fundador de varias revistas políticas y autor de "Ambivalencia de la multitud: entre la innovación y la negatividad" de la editorial Tinta Limón.
Llegué al libro buscando ideas para repensar respuestas para esas discusiones donde siempre quedo mal parado.
Es que si estoy en una mesa de café de licenciados en letras o marxistas o psicoanalistas no va a faltar que alguno se haga vocero de la tontería de acusarme de biologista, sin embargo, no bien me paso a otra mesa, donde discuten genetistas, ingenieros en sistemas o nanotecnólogos, se me atribuye ser un paracaidista acientífico que cae desde las nubes fantasiosas de los que no pueden hacer nada ni proponer nada.
Para empezar el texto de Virno no tiene la unidad a la que nos acostumbró la era escritural: hay una breve entrevista y luego un par de ensayos que podrían ser unos veinte breves.
Todo está trabajado en esa zona intersticial tan difícil que se configura entre la naturaleza artificial y la cultura política en la que casi nadie puede decir algo medianamente coherente, salvo los latourianos.
Conceptos como neotenia y compulsión a la repetición, neuronas espejo y la paradoja de Hobbes o los últimos descubrimientos de la neurofisiología y las investigaciones filosóficas de Wittgenstein se encastran para argumentar acerca de esta constatación: el mal de la multitud.
Uno de los centros del libro es que el animal humano se caracteriza por una alta tasa de inestabilidad y agresividad hacia sus semejantes: quizás una pretensión más que legítima en Paolo Virno, que estuvo en las brigadas rojas y en la cárcel varios años y formó parte de esa generación que intentó resolver la violencia del Estado con más violencia.
Pero más allá de eso me ha dejado tildado una cadena de hipótesis con la que intenta explicar las vicisitudes y acciones políticas de las multitudes "posfordistas": 1) el nosotros es anterior al yo gracias a un sistema neurfisiológico globalmente llamados "neuronas espejo". 2) El lenguaje no amplifica o "mejora" ese sistema, sino que lo oxida, lo atasca, lo bloquea en su dinámica, hasta el punto de que no podemos percibirnos como semejantes 3) El lenguaje es también tan corrosivo que termina licuándose a sí mismo, habilitando una suerte de segunda socialización, quitando sus mismas contradicciones.
Es verdad que a primera vista esta secuencia parece una navaja de Ockham que devuelve a cada ciencia a su lugar.
Un libro cortito y leible para los interesados en saber hacia donde está moviéndose el marxismo y quizás algo de lo que aquella generación de detenidos-desaparecidos en Argentina estaría pensando hoy en día.
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