Cuando lo pide Nora Galia es imposible decir que no: apenas me dió la orden de leerlo me subí al tren y en cuatro viajes me lo había tragado.
Se trata del libro de Alejandro Bentivoglio “Revólver y otras historias del lado suave” con un prólogo exquisito de Ana María Shua.
Efectivamente, se trata de disparos en la noche, con balas hechas de una extraña aleación de web y poesía, fabricadas con el cuidado kafkiano de un adolescente enamorado.
Hay cierta trama circular, esponjosa, como esos chocolates llenos de aire. Es breve, pero podría empalagar. Es terso, pero tiene un botox a mano.
Por momentos el ejercicio tan obstinado de la sorpresa agobia y hay que salir a respirar, por momentos una especie de embudo mental me lleva a arrastrarme detrás de las hojas para agobiarlas.
Son como esas fotos que cada uno, creo, anda sacando todo el tiempo, para saltarse del otro lado de la digestión.
En mi primera adolescencia tenía unos pocos libros que repasaba una y otra vez: uno de haikus, un par de Borges, un tesoro de la juventud del que miraba las fotos y un "todos los fuegos el fuego" de Cortazar: es que mi mente era modelada pacientemente por los tres chiflados, que buscaba todos los mediodías en canal trece.
A esa topología me han transportado estas lineas de Alejandro Bentivoglio.
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