En un país como Argentina las cosas importantes se hacen con los pies: jugar futbol, correr la liebre y bailar tango. Y bien sabían los monjes del medioevo que los pies están justo del otro lado que la cabeza; así que irse al teatro a disfrutar de una obra tan hablada como La Tentación, de Pacho O`Donnell, en el Teatro Payro, puede resultar una actividad contrarevolucionaria, un contrataque a una cultura de los pies.
El autor propone un ejercicio de memoria histórica que está muy bien llevado, pero a mi entender descuida un poco la trama emocional que enredaba a Dorrego y que también hubiera valido la pena recuperar.
Pero no importa, porque después de todo, Pacho es un aficionado a la historia argentina puesto a reivindicar a tipos como Bernardo de Monteagudo, Ernesto Che Guevara, Juan Manuel de Rosas y Manuel Dorrego y que produce, que hace, que lanza libros, obras de teatro, programas de radio, de televisión, sitios web y eso está muy bien sobretodo cuando hay tantos pensadores puestos con los microscopios a ver las pajas ajenas.
Qué diferente este Pacho a Jose Pablo Feinmann que en otros momentos admiré y al que vi el otro día en la tele dándosela de intelectual de salón de izquierda, reclamando el lugar del pensar para los intelectuales. Que se entienda, me harté de esos "pensadores" que se dedican exclusivamente a analizar, a revolver en busca de alguna píldora que inyectar en sus "públicos". No se trata ya de hacer o pensar, sino de hacer pensando, como plantea Latour.
Se que mi primo Carlos Battilana no va a estar muy de acuerdo con esto, pero ya lo discutiremos en algún encuentro familiar.
En varios puntos me siento vinculado o siguiendo el senderito de O`Donnell; ambos somos descendientes de irlandeses, nos llamamos Mario, somos psiquiatras, dejamos atrás el psicoanálisis y somos amateurs a mucha honra de la historia argentina y especialmente de algunas ramas olvidadas, activamente borradas del mito fundacional de la patria, como la vida y muerte del coronel Manuel Dorrego.
Los dos personajes de La Tentación representados por Rizzo y Palomino vienen a ponerse a trabajar en este lugar de recuperación, de reconstrucción, de reciclado histórico que ojalá llegue a su punto de hervor en el bicentenario del 2010, como propone por ahí Hernán Brienza.
Vaya a saber porqué se me vino a la cabeza otra vida paralela y turbulenta como la de Dorrego: la de Michelángelo Caravaggio, otro que rechazó lo "ideal" para darse de frente con la realidad y que también como Dorrego se concentró en los problemas del pueblo, recurrió a la impulsividad para resolver sus cuestiones, desde un carácter perturbador, rebelde y "loco". Que casualidad que tuvo también una muerte tan absurda!
Creo que son dos personajes que permiten husmear, como si fueran una especie de sonar, a autores que les construyeron una mala reputación a estos héroes malditos. Ahora podemos purificar a historiadores como Mitre y saber porqué expulsaron de sus historias a los dorregos.
Dorrego, Feinman, Pacho, Caravaggio y el Coco Basile, así la tarde de domingo se va oxidando en Buenos Aires. Mientras cuento los pases mal dados por Verón a sus azorados compañeros, voy llegando al punto de congelación. Si seguimos así va a nevar!
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