El cerebro representa con señales caóticas el mundo y ese "ruido" se incrementa de forma inusual cuando estamos tomando decisiones. Cuanto más desordenado esté nuestro electroencefalograma, más saludables estaremos, al menos de la cabeza.
El ruido es necesario entonces, pero, para qué? Parece que para encontrar los mejores cálculos bayesianos, para llegar a conclusiones buenas con rapidez. Decidir correctamente pareciera estar asociado con lo melódico, con cierta configuración que guía la elección de soluciones. Nuestra cabeza detecta que ha encontrado la salida cuando algo suena bien dentro del cerebro.
La melodía es en el fondo ritmo y el especialista en sincronía, Steve Strogatz la ha encontrado en los lugares más inverosímiles: órbitas de los planetas y electrones, zumbido de grillos, luces de las luciérnagas y hasta en la tendencia en mujeres que viven cerca a menstruar al mismo tiempo.
Strogatz propone que la sincronización de elementos es, de algún modo, inevitable: cualquier sistema de osciladores acoplados se auto-organizará espontáneamente. Cosa que ya había entrevisto Turing. Eso somos: puntos donde el mundo convierte lo complicado en complejo.
Y acá viene al cuento Wolfgang Amadeus Mozart. Un investigador francés, Alfred Tomatis, propuso que las melodías del compositor austriaco siven para tratar patologías de diferente índole tanto en niños como en adultos.
Alfred Tomatis y sus colaboradores encontraron que quienes eran "expuestos" a Mozart, por ejemplo a la Sonata D para Dos Pianos, lograban que: su coeficiente intelectual subiera (un 10 %) y las habilidades visomotoras mejoraran de un modo palpable (hasta 10 minutos luego de la exposición).
La neurologia encontró indicios luego de que algunas composiciones de Mozart tenían efectos benéficos para el tratamiento de las epilepsias.
La música grave (125-700 hertz) de Mozart se utiliza para terapias relacionadas con el área motora; una tonalidad media (1000-3000 hertz) ayudaría en los problemas de comunicación en el paciente; mientras que la variación aguda (3000-9000 hertz) se aplica para el tratamientos del aspecto emocional.
No puede menos que producir la sensación de sorpresa que la música soñada por un niño hace 250 años puede depararnos semejante sorpresa.
Por ahora sabemos que el hemisferio derecho (zurdos) procesa los tonos y los timbres, mientras que el hemisferio izquierdo se ocupa de la estructura melódica, aunque el proceso de integración implica amplias zonas cerebrales. Tengo la presunción que el cerebelo está mucho mas implicado en este asunto de lo que se dice, pero no he encontrado referencias importantes en los papers que revisé.
¿Necesitamos del caos para encontrar ahí la complejidad que nos oriente en el mundo?
Si bien sabemos también que el contexto verbal influye fuertemente en la percepción de la misma música, también es verdad que puede ser percibida como diferente según como haya sido etiquetada.
El tango fue una horrible muestra orillera hace un siglo, que ahora los turistas se llevan por millonadas; que hubiera imaginado Mozart que lo suyo iba a ser rotulado no solo como democrático, sino además como terapéutico!
El tema no deja de ser intrigante, complejo y como para seguir metiendole el ojo y el oído en futuros posteos.
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