El último Harry Potter empezó a dar vueltas por la Web.
Es difícil de entender que un libro que fue desechado inicialmente por tantas editoriales haya llegado a cambiar los hábitos de lectura de generaciones enteras en todo el mundo.
Duncan J. Watts sostiene que son las personas comunes y corrientes y no los líderes de opinión los que desencadenan y mantienen epidemias sociales, pero bueno, no es esta la noción que quiero comentar en este posteo.
En realidad no he leído ninguno de los libros de la serie, pero si me ha gustado leer por ahí que se había convertido en una literatura ubicua, es decir que estaba presente en todos lados al mismo tiempo, casi omnipresente en todos los estantes.
Justo cuando me daba vueltas en la cabeza la pregunta por la ubicuidad de lo digital.
En 1983 ingrese al MAE (Movimiento Argentino Ecológico) sin saber que esos que comían en su comedor vegetariano eran los futuros Carlos Menem, Carlos Corach y Carlos "Chacho" Alvarez.
El asunto es que allí conocí a Antonio Elio Brailovsky y aunque yo era un neohippie ingresante de la carrera de medicina, que apenas sabia del mundo en el que se zambullía (recién terminaba la dictadura militar) pude participar de alguna discusión sobre la conveniencia o no de fundar un partido de los verdes en Argentina.
Frente a las posturas a favor existían algunas voces que a la postre fueron las ganadores de la discusión, que planteaban convertir a lo ecológico en una causa ubicua, inundando todos los partidos políticos que en esa época habían entrado a la arena con Alfonsin, Luder y el resto de los muchachos.
Y se me ocurría esto mientras pienso en la magia ubicua de Harry, la magia ubicua de los políticos y la magia ubicua de esta notebook y me pregunto si todavía creo en los reyes magos .
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