Desde las caída de las torres gemelas el 11/S, que funcionaron como la caída del muro de Berlin de Occidente, las cosas cambiaron para siempre.
Efectivamente, pero no en el sentido que el emperador del mundo quiere, sino de un modo mas sutil, transparente y aéreo. Es que el planeta, según entiendo que plantea Vicente Verdú en "El estilo del mundo", ha completado en ese suceso su proceso de ficcionalización y desrealización global.
Lo he leído desde distintas puntos de vista móviles, pero uno sería este: progresivamente la sociedad-cultura se a desplazado desde un polo masculino, escritural y productivo a un modo femenino, amesetado y sensible o mejor dicho ficcional.
Es ese "que lindo!" que conecta los relatos femeninos, llevado al paroxismo y la naturalización total.
Desde donde digo donde?
Así como Venecia se puede percibir mejor en Las Vegas o un country para ciegos nos suena mas creíble que un barrio al que el obrero trae el sueldo a fin de mes, la realidad ha empezado ahora a reflejar su propia representación, como el botox que corrigue posibles defectos que el espejo encuentra en la carne y no viceversa.
Esta escena quizás lo exprese: vamos caminando por el Cementerio de la Recoleta. Entre las estatuas y monumentos de distinto mérito caminamos, acompañados por un guía que nos va señalando con sus movimientos quien de los que yacen abajo mató a quien, quien traicionó a quien y quien tiene deudas pendientes con quien.
Caminamos, con el guía, en la tarde de domingo soleada. Así es la vida, después de todo.
Vivimos las ficciones de otros, puestos en el lugar, recreándola.
Casi podemos sentir la daga en nuestras manos.
Casi le pedimos disculpas a ese canalla al que habríamos tenido de liquidar. Al General Lavalle, por ejemplo.
Solo algunas tardes, cada tanto, como aquel león del zoológico, bajás a trabajar.