Alfabetos del cuerpo III

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MEDIOS Herbert Marshall McLuhan pasó a la esfera de Los Grandes de la comunicación por unas cuantas cosas, pero a la fama pública por haber dicho que "el medio es el mensaje".

La frase, a la vez simplísima y enigmática, resume un modo de sondear los medios de comunicación, es decir nuestro entorno urbano, que no es más que una extensión de nuestra mente.

El primer y aún principal medio de comunicación es el cuerpo mismo, el cuerpo y sus formas, sus maneras de moverse, sus posiciones en el espacio y en las escenas. Al menos eso es lo que termino de desprender del libro de Le Goff sobre el cuerpo en la Edad Media.

Si bien los griegos y romanos parece que dejaron sus marcas en la historia del cuerpo, fue en la Edad Media donde el cuerpo y la gestualidad, como medio de expresión primordial, será entendida como un modo de dar a conocer los estados interiores del hombre.

El cuerpo pasa a ser un puente entre dos invisibles: el alma interior y los sentidos exteriores de los gestos.

El cuerpo, entonces, puede cargase de misterio y descargase de corporalidad. Así el deporte y la exaltación de la carne en la esculturas quedarán para los siglos venideros y ya no importará si los monjes son unos debiluchos harapientos que andan mendigando, como San Francisco de Asis.

sanfranciscodeasis.jpg Hace 600 años, para vivir en un mundo todavía pre-escritural, se codifican y exigen toda una parafernalia de gestos, que van desde el beso del vasallo a su príncipe, al dar la mano abierta para mostrar que no lleva ningún arma.

Pienso en los besos en la frente de los mafiosos, en la universalidad del apretón de manos.

Pienso en los gestos como mecanos de micro-poder.

Los medievales contratan socialmente que los gestos son sinceros porque viene de "adentro", de un alma interior; en cambio la "gesticulación" y las contorsiones son pura superficie y externalidad maligna: los malabaristas, lo circense, la histeria y la misma risa serán condenados para reafirmar el gesto y tener herramientas de control social. Pienso en la desconfianza y admiración que aún generan los actores, las modelos o los futbolistas.

De alguna manera Maradona en-carna la vuelta a la imaginería medieval. Los medios de comunicación hablan hoy de "volumen de juego" y del "gesto deportivo".

Pero están sobretodo los gestos televisivos, de los cuales tenemos especialistas en la Argentina, como Tinelli y Menem.

Los gestos, si representan una creencia es que algo viene de adentro, del corazón. Así la sinceridad, que significa "sin cera", es decir sin retoques que oculten las grietas, permite revalorizar la ingenuidad, la falta de genio, la ausencia de criterio crítico.

A propósito, pensaba en los noticieros de la mañana. En realidad del noticiero de la mañana, porque es siempre el mismo: el mismo accidente, el mismo pronóstico del clima, el mismo estreno en el cine y hasta la misma reprimenda colectiva.

"No deberías haberte alegrado por las Malvinas", "no deberías haber robado la escuela", "no deberías aumentar los precios", "no deberías...."

Acá es donde se puede regresar a McLuhan. Observando y empapándose en el formato de los noticieros matutinos.

Ese continuo "formateo", ese masaje visual insistente, cada mañana, de cada día, saturando los cuerpos de gestos.

Inflando a las neuronas en espejo, las domestica. El noticiero de la mañana borra el cuerpo rígido y le carga nuevo software a distancia, telemáticamente.

Estaba pensando, decía, que quizás deberíamos decir: "el cuerpo es el masaje". El cuerpo es una bolsa de noticieros.

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