Cada tanto uno re descubre alguna palabra que estaba ahí entre todas las insignificantes.
Hace poco me sucedió con la palabra apenas, con la que estoy sazonando algunas ideas y realmente quedan muy sabrosas.
Ayer me encontré con la palabra re-llenar. Parece a simple vista una tontería más y posiblemente lo sea, pero la cuestión es que, puesto a experimentar con el concepto, lo encuentro muy productivo.
Para mi, hoy, todo es relleno, por ejemplo: un tango rellena el silencio. Es nada mas que algo volcado en un recipiente exacto. Sonidos en su lugar, un lugar que los esperaba, porque así es el tango.
Este blog y cualquiera también: circulan los electrones y las ondas entre las computadoras con tanta fluidez, tantas cosas inteligentes se han dicho ya, tanta agua a corrido por debajo de cada puente, que estas líneas no pueden aspirar a mas que ha rellenar ese hermoso vacío.
Esas aguas que ya circularon, esas ideas, esos electrones.
Todo esto viene a cuento por la lectura del libro sobre neuronas en espejo que acabo de terminar de leer.
Si bien es cierto que el cerebro humano no ha cambiado en mucho en los miles de años recientes, la aceleración de la virtualización y consecuente hominización de la especie perece relacionada con la adaptación al medio favorecida por las células espejo.
Si en los primates estas neuronas habían operado seleccionando los ejemplares mas capaces para formar coaliciones y por lo tanto mejorar sus chances de supervivencia, en el homo sapiens habrían acelerado la capacidad de comunicación y aprendizaje.
Así, una información útil se pudo difundir, estructurar y modificar de acuerdo a los cambios del entorno, haciendo de la especie un prodigio de rápida adaptación.
Quizás la cultura misma deba unos cuantos préstamos aún a estas células que llevamos debajo del cráneo, en área pre motora de la corteza, en las partes inferiores parietales, asociadas al movimiento y a la percepción, así como al lóbulo parietal posterior y el temporal superior, regiones que se relacionan con las habilidades para entender los sentimientos de otros, sus intenciones y el usar el lenguaje para modificar/nos.
En esto estoy cuando me encuentro otra vez en Internet con Vilayanur S. Ramachandran, diciendo que estas neuronas son el DNA de la psicología.
Vuelvo, entonces, sobre la palabra rellenar. Pareciera que existe, gracias a estas células, una especie de alfabeto corporal donde las experiencias de los otros van dejando en nosotros huecos, huellas sobre las que infructuosamente ponemos nuestros pies.
Como Robinson Crusoe sobre la arena que había pisado Friday.
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