Mi loro ya se escapó de su palo en época de delarua, pero no mi preocupación y cuidado por los objetos débiles y ausentes. Todo tiene sus consecuencias, como bien me señaló una amiga brasileña: si uno se imagina como médico de pobres atenderá a los pobres. Pienso ahora que si uno se imagina cuidando recuerdos tenues vivirá rodeado de ellos.
Es que el final de los días de vacaciones se me asocia a una especie de balance entre el guardar/tirar que de alguna manera es el de las presencias y las ausencia, en un principio de siglo en donde todo se mueve para estar no estando, se aleja para llegar mas rápido al punto de partida.
En eso estaba surfeando mi mente cuando pasan en la TV "La historia del cero" que podría bien llamarse lo bueno que podría haber sido la TV, realmente.
Me vine a la PC y me encuentro una investigación publicada en Journal of Comparative Psychology en la cual confirmo que el cero existe también en la cabeza de algunas aves.
Parece que la invención del cero en India dio lugar al sistema decimal, el álgebra, la trigonometría y el cáculo exponencial y a una lucha feroz entre los abacistas (ábaco) y los algoristas.
Si bien el ábaco era muy bueno para cálculos cotidianos, a la hora de determinar los intereses sobre el capital endeudado los ceros ayudaban y mucho a los prestamistas.
Cuando los loros que traería Colon a la vuelta de su primer viaje ya sabían del cero, la Iglesia, los matemáticos y los filósofos del final de mi amada Edad Media lo tenían recién en pañales; a pesar de que Leonardo de Pisa (Fibonacci) había introducido el concepto de cero y su símbolo, junto con el sistema numeral indoárabe, en una sociedad acostumbrada aún a los números romanos.
Hoy estuve poniendo algunos ceros en mi cabeza, por suerte.
En eso estoy... en fin, mientras los cartoneros revisan los apuntes de la carrera de medicina que dejé embolsados en la esquina.
