Como no podía ser de otra manera, tarde o temprano, al jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Don Anibal Ibarra, le iba a llegar su foto.
Yo mismo le había sacado una foto a su enorme auto azul cuando lo estacionó frente al garage de mi casa, del lado izquierdo y tuve que irme en colectivo.
Lo hice con la torpeza e ingenuidad que me hechan en cara. Con mi filmadora recorría el lustrado coche hasta que unos patovicas de saco y corbata vinieron a intimidarme. Y soldado que huye sirve para otra guerra valientemente me metí en casa, todavia no estaba listo para el sacrificio.
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