El tren y el subte llevan muchos anos en la ciudad y la ciudad mucho tiempo en nuestros cuerpos.
Durante el 2004 estuve pensando cuanto bailabamos al ritmo de las redes digitales, cuanto nuestros dedos estan fusionados con el mouse y nuestra retina con el monitor.
En la epoca del furor del icq, cuando todo el mundo salia de caceria en la noche digital, desde la autopista se podia ver todas las lucesitas de los edificios de departamentos encendidas, a las 2, 3 o 5 de la maniana.
Pero msn vino luego y aquieto las cosas: solo chateamos con conocidos y cuando el otro dia le pregunte a mis alumnos quienes no habian tenido cibersexo la mayoria levanto la mano.
Ahora me da vuelta el asunto de los medios de transporte corporales y los puntos de intercambio, las plataformas, los puentes.
A ver si encuentro alguna pista en el libro de Lash, que estoy leyendo en mis viajes de tren.
Porque en un primer vuelo de pajarraco se ve que en Buenos Aires viajamos bastante mal y cada vez peor: mas personas reingresan en el mercado de trabajo y se desplazan al y desde el centro, (pasajes de 10 km por 20-30 centavos de dolar), mas autos, piquetes, combustible subsidiado (GNC), barreras de tren tajeando toda la ciudad, semaforos sin coordinacion ni inteligencia, subtes que se inauguraran en 2 0 3 anos pero que producen hoy embotellamientos de libro...
Pero no festejemos que dentro de poco se nos vendra encima el fin del petroleo y una caida estrepitosa de los bienes materiales e intangibles relacionados con las materias primas no renovables y si Katrina no es la bisagra le paso apenas.
La resultante de estos factores (y la ausencia de otros) parece ser el rostro de los viajantes, sus dos horas diarias regaladas al empujon y a las ventanillas, ese malestar que se siente cuando te sacas los zapatos al llegar a tu casa, cuando crees que sufrir es lo normal.
Buenos Aires es, ademas de un dispositivo del maltrato cotidiano, una manguera de rostros, recuerdos, recorridos y no lugares. Es un objeto artistico colectivo y mutante, organico y feroz. Un espacio de fisiones.
Nada va ni viene gratuitamente. Si este tenedor alarga mis dedos para atrofiarlos y el auto extiende mis pies para debilitarlos: que hacen con este cuerpo del siglo XXI los trenes y los subtes de Buenos Aires?
