Estuve renovando mi pasaporte.
En un momento quedamos todos como hormigas en un pasillo, esperando que nos extrajeran las huellas digitales.
Entonces pude sacar una foto de mi mismo, de mi papelidad, de mi código de barras.
Ahora puedo ponerme en las góndolas. Puedo buscarme, compararme y virtualizarme.
Los ultimos vestigios de esa caballerosidad templaria que me enseño mi abuelo se liquidan finalmente, cualquiera fuera la verdad que tuviera la imagen de mi cuerpo.